Mi pasión por la cocina definitivamente me viene de mi madre. Todo el mundo dice eso de que su madre es la mejor cocinera del mundo, pero es que puedo decir honestamente que no he probado ninguna comida mejor que la que hace mi madre. Ella aprendió de la experiencia, no se lleva mucho por las medidas, cantidades ni otros tecnicismos, así que a veces parece que la cocina es un talento natural para ella. Pero nada más lejos de la realidad, siempre me cuenta de cuando era joven y los desastres culinarios que causó cuando su madre (mi abuela) le decía que tenía que aprender a cocinar decentemente.
Me identifico mucho con la historia de mi madre. En mi caso, no empezó a gustarme cocinar hasta los veintipico. Mis primeros intentos en cocina y repostería fueron desastrosos, y encima soy la clase de persona que se viene abajo muy fácilmente. Así que no volví a intentar cocinar seriamente hasta que finalmente necesitaba cocinar.
Mi madre fue siempre paciente y comprensiva con mi proceso de aprendizaje, nunca me obligaba a cocinar, que es lo que les suele ocurrir a muchas jóvenes de familia india. Aunque una cosa es cierta, aunque no me gustara cocinar de joven, siempre me quedaba observando a mi madre cuando cocinaba. Es posible que cogiera algunas cosas de ella sólo mirándola, pero no estoy ni cerca de su nivel de cocina. Una de las cosas que siempre me gustó ver cómo hacía, es mi chutney favorito de tomate. Se tarda unas dos horas en hacerlo, pero la espera vale totalmente la pena. El chutney dulce de tomate de mi madre es divino, y por supuesto, ella lo aprendió a hacer de su madre. Finalmente, me he envalentonado a hacerlo yo misma. Sólo se necesitan tres ingredientes, pero hay que armarse de paciencia.
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